“No olvidemos que las pequeñas emociones son las grandes comandantes de nuestras vidas y las obedecemos sin siquiera darnos cuenta”, dijo Vincent Van Gogh, y estas palabras reflejan con mucha precisión el papel de los sentimientos en la vida de cada persona. Son ellos quienes provocan nuestras reacciones ante tal o cual evento y moldean nuestro comportamiento.
Hay muchos mitos y conceptos erróneos en torno a las experiencias humanas: que son elementos, que es necesario “mantenerlos bajo control”, que existen impulsos emocionales “positivos” y “negativos”. De hecho, las emociones son un poderoso mecanismo diseñado por la naturaleza para que podamos vivir cómodamente en este mundo. Al aprender a utilizarlo, podrás hacer que tu realidad sea feliz y próspera.
¿Qué son las emociones y por qué son necesarias?
En el proceso de evolución, las emociones se desarrollaron, se volvieron más complejas y se transformaron en otros sentimientos. En el hombre moderno realizan muchas funciones:
- Evaluación. Lo que sentimos nos permite formular nuestra actitud ante la situación y elegir el modelo de comportamiento adecuado.
- Activación. Si es necesario, las emociones nos ponen en forma, nos ayudan a tomar decisiones y actuar rápidamente.
- Dar forma al comportamiento. Al analizar eventos pasados, construimos relaciones de causa y efecto que influyen en nuestras reacciones. Por ejemplo, el miedo experimentado está asociado con la situación que se convirtió en su causa. En el futuro, esto le permitirá evitar acciones que podrían llevar a una repetición de la experiencia negativa.
- Motivación. Nuestras experiencias nos empujan a tomar medidas que pueden mejorar la situación o evitar problemas.
- Comunicación. Expresar emociones nos permite construir comunicación con otras personas, transmitirles información sobre nuestro bienestar, necesidades y actitud.
Según su impacto en una persona, las emociones se pueden dividir en esténicas: tónicas, inspiradoras, que alientan la actividad activa y asténicas: relajantes, que te obligan a detenerte, congelarte, esperar a que pase el peligro o analizar las circunstancias.
La distinguida profesora de psicología de la Universidad Northeastern de Estados Unidos, Lisa Barrett, en su libro “Cómo nacen las emociones”, dice que los sentimientos provocados por un mismo evento pueden diferir entre personas con diferentes valores y perspectivas de la vida. Son una combinación compleja de genética, propiedades físicas del cuerpo, plasticidad del cerebro, el entorno en el que se encuentra una persona, su cultura y educación.
¿A qué puede conducir la supresión de las emociones?
La supresión de las emociones puede ser consciente o automática. Este es un proceso que permite controlar hasta cierto punto su manifestación externa. Desde el punto de vista de la interacción con la sociedad, esto puede parecer no sólo aceptable, sino también deseable, pero un intento de negarse por completo a expresar los propios sentimientos convertiría a la humanidad en un grupo de biorobots. Este punto queda bien ilustrado en la película distópica estadounidense Equilibrium, que cuenta la historia de un mundo donde las emociones están oficialmente prohibidas. La gente se ve obligada a reprimirlos con una droga especial, y quienes no están de acuerdo se enfrentan a persecución y ejecución. Una vida así no conduce al bienestar, porque son los sentimientos los que pueden inspirar la creatividad y dar una sensación de satisfacción, plenitud y alegría de vivir.
Para el organismo, la emoción es un factor que desencadena la acción de determinadas hormonas. La oxitocina y la serotonina son responsables de la felicidad y el buen humor, la adrenalina y el cortisol son responsables de la ira y la agresión. La síntesis de hormonas provoca cambios en el estado fisiológico de una persona. Por ejemplo, bajo la influencia de la adrenalina, las pupilas se dilatan, la respiración y los latidos del corazón se aceleran: el cuerpo acumula energía para acciones activas.
Las emociones “no vividas”, es decir, no expresadas, no permiten que se realice la energía. Esto puede tener varias consecuencias negativas. Por ejemplo, una persona puede “desahogarse” y provocar un escándalo o una pelea. Quienes reprimen demasiado sus sentimientos pueden experimentar problemas psicológicos: agotamiento, depresión y otros. En algunos casos, las emociones impulsadas demasiado profundamente dañan la salud y el bienestar de una persona y provocan enfermedades graves: trastornos autoinmunes, enfermedades del tracto gastrointestinal, del corazón y de los vasos sanguíneos, de la piel e incluso de la oncología.
¿Cómo gestionar adecuadamente tus emociones?
Por supuesto, el hecho de que reprimir las emociones tenga un efecto perjudicial en una persona no significa que deban expresarse de forma espontánea, incontrolable, sin preocuparse por las consecuencias. Para poder vivir bien las emociones es importante desarrollar la inteligencia emocional. Por primera vez, el psicólogo y docente estadounidense Edward Lee Thorndike habló sobre este concepto, señalando que gestionar las propias experiencias y sus manifestaciones es una habilidad que se puede desarrollar.
La Inteligencia emocional es la capacidad de comprender los propios sentimientos y los de otras personas, identificar las necesidades que se esconden detrás de ellos, y utilice este conocimiento para controlar sus pensamientos y acciones. El trabajo en el desarrollo de la inteligencia emocional incluye estudiarse a sí mismo como persona, los factores y valores que dieron forma a su visión del mundo, identificar sus «puntos débiles» que provocan una fuerte reacción y su estudio profundo.
Técnicas de autoayuda
En situaciones en las que una sonrisa no ayuda, puedes intentar recuperar la tranquilidad utilizando una de las técnicas:
- Dejar ir. Debe tomar cualquier objeto adecuado en la mano y apretarlo lo más fuerte posible. Imagina tu experiencia negativa y muévela mentalmente de ti mismo a este objeto. A continuación, debe aflojar bruscamente los dedos y correlacionar la liberación del objeto con la liberación de su estado problemático.
- Exhalación larga. La respiración se realiza a un ritmo normal y la exhalación debe ser el doble de larga que la inhalación. Al mismo tiempo, puedes imaginar cómo el estrés, la ansiedad o el miedo salen con el aire exhalado.
- Escritura automática. En un momento de crisis mental, puedes coger papel y lápiz y anotar absolutamente todos los pensamientos que te vengan a la mente. Una vez “descargados” los pensamientos, hay que destruir el papel sin volver a leer lo escrito. Esto ayudará a deshacerse de los sentimientos negativos.
Estas técnicas le permiten experimentar sus emociones de forma segura, darse cuenta de la energía concentrada en ellas, recuperar la calma y la capacidad de comunicarse y actuar con calma.
El psiquiatra Vladimir Levi, autor del libro “El arte de ser uno mismo”, dijo que la mejor manera de entenderse y conocerse a uno mismo es interactuar con los demás con la mayor frecuencia posible. Al comunicarnos con las personas, observar su reacción ante nuestro comportamiento y nuestra reacción ante las manifestaciones de los demás, hacernos preguntas y encontrar respuestas, recibimos las claves para comprender nuestra propia alma, sus impulsos y necesidades.